Semana 2 Encuentros y nervios










 Una vez realizada la parte más compleja finalmente me tocó el gran día, con toda la ilusión y la presión de poder dar lo mejor, me puse a investigar un poco la historia de la institución, el perfil de los estudiantes y prepararme para poder conocer a mi co formadora. Días antes, pude contactarme con la profesora que estaría a cargo de mi residencia, y tuvimos una buena charla. En esa plática breve le comenté un poco mi formación y todas las cosas que sabía hacer. Compartí la planificación y el calendario para poder cumplir con las observaciones y las prácticas. 

Cuando ingrese por primera vez a aula, la co formadora ingresó primero, los estudiantes de entre 14 y 15 años estaban distraídos, haciendo mucho ruido, jugando con papeles, como si estuvieran en recreo. De repente, la profesora levantó la voz e inmediatamente todo el lugar se quedó en silencio. Los estudiantes se pararon y con una especie de venía respondieron. El orden fue tan brutal, que nadie hacía ruido, en ese instante la profesora Liliana me presentó como profesor de Historia. Todos me miraban con empatía, algunos me saludaban con un puño, o me saludaban con un dedo pulgar. El aula era bastante grande, los estudiantes estaban sentados de a dos, y había cuatro filas alrededor del lugar. Unos ventanales grandes permitían la vista muy intensa y la pizarra blanca recién lustrada alentaba el uso de marcadores. En esa semana la co formadora debía evaluar a sus estudiantes, cada alumno pasaba a dar la lección y mientras tanto el resto de los estudiantes tenía que realizar un trabajo práctico, incluia lectura de una cartilla. Durante esa semana una gran cantidad de estudiantes había desaprobado, sólo los más destacados pudieron aprobar. Este hecho me dejó interrogantes que en un principio no pude compartir con la co formadora, pero con el paso de las semanas se lo iba a comentar. 


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